Una razón razogante

Al hallar un cuerpo en medio de un bosque, la policía comienza una investigación donde les lleva a un homicidio por razones de egoísmo y orgullo…

Esa mañana, después de una noche de bajas temperaturas, se podía apreciar la gran humedad que había en esa época del año. Sumergiéndose dentro del bosque, cerca de la ciudad de Innsbruck, el sonido de la lluvia intermitente, hacía su golpeteo peculiar encima las hojas, haciéndolas caer. Cerca de ese lugar andaban dos campesinos por un camino de arena, acompañados por un perro y hablando entre ellos del tiempo olieron un hedor muy fuerte. De golpe el animal sin ninguna razón aparente, se escabulló dirigiéndose entre medio de la maleza y obligados tuvieron de entrar entre medio del boscaje detrás de él y, fue cuando después de unos metros, vieron sorprendidos, que estaba ladrando al lado de un cuerpo sin vida…

…Una hora más tarde…

La policía científica de Innsbruck había acordonado la zona donde los dos campesinos encontraron el cuerpo. Les habían prestado declaración y en el mismo lugar, más tarde, llegaban en vehículo, el detective Mark acompañado de su compañera capitana de la policía llamada, Miriam. Estacionaron a un lado del camino y saliendo del coche, se dirigieron hasta donde estaba el cuerpo.

—Buenos días señores—dijeron los dos.

Mark acercándose arrodillado mirando el cuerpo, preguntó:

—¿Qué tenemos aquí?

—Hola Mark—dijo uno de los policías y continuó—Un ajuste de cuentas.

—Saben ¿Cómo se llamaba?

—Sí, llevaba su identificación encima. Su nombre es Adolf Blatter, de unos cincuenta y dos años y era originario de Innsbruck.

            Miriam iba apuntando en una libreta los datos que decía uno de sus compañeros.

—¿Quién lo ha encontrado?

—Unos campesinos.

—¿Se sabe qué le produjo la muerte?

—Por ahora, hemos encontrado que tiene un golpe en la cabeza con un objeto contundente y en la parte del tórax tiene unos agujeros de bala. Realmente lo mataron a conciencia.

            En pocos minutos el juez hizo levantar el cuerpo y se lo llevaron.

—Nos acercaremos a comisaría a ver que encontramos de Adolf Blatter.

—De acuerdo, hasta ahora Mark.

            Los dos compañeros se dirigieron hasta su vehículo y Miriam le dijo:

—La víctima no iba vestida como tendría de ser. Seguramente lo mataron  en algún otro lugar y creo que más tarde lo llevaron hasta aquí.

—¿Supones que no lo mataron en el bosque?

—Sí—dijo abriendo la puerta del coche y continuó—¿No lo ves igual?

—Posiblemente, solo iba con una camisa y unos pantalones, sin ningún calzado. Podría ser que tengas razón.

            Arrancaron el automóvil y en media hora llegaron a comisaría donde buscaron toda la información posible de la víctima. Entrando en sus bases de datos encontraron su dirección y observaron que no estaba casado. Con la información hallada, sin pensárselo dos veces, se dirigieron a su residencia que estaba a unos kilómetros de la capital del Tirol. Llegando estacionaron delante la casa y sólo salir les comenzó a ladrar un perro que estaba atado en la parte derecha del inmueble. Llamaron a la puerta y en ver que nadie contestaba, Mark sacó unos alambres y abrió.

—Éste tipo tenía dinero, la casa es bastante grande y los muebles deben valer una fortuna—dijo Miriam y preguntó mirando a su compañero.—¿Qué andamos buscando?

—Una posible pista de lo que hizo últimamente o algo que nos pueda orientar donde estuvo o a qué se dedica.

            Observando minuciosamente, Miriam encontró una tarjeta de un casino de Suiza y una agenda de trabajo. Mientras que Mark subió al primer piso. Ojeando la agenda vio que anteayer había quedado con un tipo llamado Jack Nelson y en letra pequeña ponía: “Reunión importante, CEPNAN”. Mark bajó y le dijo a Miriam que la cama estaba hecha y suponía que no había dormido allí. Miriam le mostró la agenda donde había la supuesta reunión y enseñándole la tarjeta, Mark miró el reverso y ponía una palabra que le hizo pensar, que posiblemente podía ser un apodo.

—Hay un nombre.

—¿Qué dice?

—Araña y, está marcado con la fecha—miró su reloj y volvió a decir.—Sólo hace tres días.

—O sea, ¿Qué hace tres días estaba vivo?

—Sí, llamaré un momento a Harry, para que me diga si el forense sabe cuanto hace que está muerto.

            Mark cogió el teléfono y llamó. Mientras Miriam iba mirando el comedor y vio que encima la mesilla un cigarrillo en un cenicero y con ayuda de unos guantes lo cogió para tener una posible pista de ADN. Mark acabando de hablar le dijo a Miriam que según el forense sólo hacia dos días que estaba muerto. Y dedujo que cuando tubo la tarjeta aun no lo habían matado.

—Vamos a ver a éste, llamado Jack Nelson.

—Pero, no sabemos donde se encuentra éste tipo.

—Claro Miriam, piensa un poco.

—¿Dónde?

—CEPNAN, ¿No lo conoces?

—No—dijo mirando a Mark sorprendida.

—CEPNAN es una empresa que está cerca de Innsbruck y se dedica a confeccionar material de oficina. Todos los muebles de la comisaría, como también de mi despacho son de allí.

—No lo sabía.

            Los dos cerraron la puerta y sin despedirse del perro, ya que los ladró al verlos, se fueron hasta el polígono industrial de la zona este de la cuidad. Eran las once de la mañana y Mark dedujo que a esa hora lo encontrarían fácilmente. Estacionando delante la empresa y sin ninguna prisa llamaron al timbre. En pocos segundos les abrió una mujer que parecía la secretaria y le preguntaron por Jack Nelson, después de acreditarse los dos como policías. Ella llamó por teléfono y en menos de diez minutos los atendió en su despacho el mismo Nelson.

—Buenos días, ¿En qué puedo ayudarles?

—Venimos a preguntar por Adolf Blatter.

—¿Por qué? ¿A pasado algo?

—Sí, lo han encontrado muerto en el bosque. ¿De qué se conocen?

—El trabaja aquí.

—¿Aquí?—dijo sorprendido Mark.

—Sí, hace dos días que no aparece y no lo notamos extraño porqué, nos dijo que después de sus vacaciones era posible, que tardara unos días en venir.

—Pero ¿Cuál es su posición en la empresa?

—Es de subdirector.

—Sabía que se a había ido a Suiza.

—No.

            En ese momento le cambió la cara de color y Miriam viéndolo le dijo con gran agilidad.

—Puede untar con su saliva este palito de algodón.

—Sí, claro.

            Le devolvió el palito y guardándoselo en una pequeña bolsa, Jack le dijo:

—Discúlpenme, pero tengo trabajo. Pueden venir en otro momento, por favor.

—Claro. No queríamos molestar, pero—dijo Mark y continuó.—Nos puede dar su numero de teléfono.

—Sí, no hay problema.

            Jack les dio el teléfono personal como también el de la oficina y los dos compañeros salieron de la nave sin decirse nada pero, llegando al vehículo, Miriam le dijo a Mark:

—Sí en la agenda ponía reunión importante, porque ha dicho que no lo encontró extraño que no hubiera venido a trabajar. Se supone que él tendría de saber también que había quedado con la víctima con una reunión.

—Tienes razón. Ya volveremos en otro momento.

            Arrancando el coche llamaron a Mark a su teléfono.

—Sí, ¿Quién habla?

—Hola Mark, soy Metz. Hemos encontrado un sospechoso que tiene relación con la víctima.

—¿Quién es?

—Se llama Peter Drim y es de Viena.

—¿Y cómo habéis dado con él?

—Se ve que tenía una denuncia por agresión en la parte alemana de Suiza y el agredido fue la misma víctima.

—¿Lo denunció?

—Sí, por esa razón me lo han enviado desde Zúrich.

—¿Y está en comisaría?

—Sí, lo han detenido en Innsbruck, estaba en un hotel del centro con la intención de viajar hasta Múnich y coger un avión hasta Argentina.

—En diez minutos llegamos.

—De acuerdo.

            Poniendo la sirena fueron a toda prisa hasta el departamento. Allí los esperaba Metz y sin perder tiempo entraron donde estaba el detenido.

—Señor Peter, ¿Sabe por qué está aquí?

—Sí, me acusan de matar a ese gusano de Adolf.

—¿De qué lo conocía?

—De sus negocios de droga.

—¿Qué droga?

—Cocaína.

            Miriam cogió la tarjeta del casino de Suiza y le preguntó:

—¿Qué estuvieron haciendo en Suiza?

—Fuimos a un casino e hicimos un acuerdo. Quedamos que quien ganara algo de dinero jugando al póker, tenía de repartirlo, a partes iguales. Pero él, no lo hizo y por esa razón le metí un par de ostias.

—¿Él ganó dinero?

—Claro, unos cien mil francos suizos.

—¿Y que hizo después de qué le detuvieran la policía de Suiza?

—Volví a Austria.

—Pero ¿Volvió a ver a Adolf?

—Sí.

—¿Dónde lo vio?

—En su casa.

—¿Cuánto hace?

—Hace tres días.

—¿Y qué hacía en Innsbruck?

—Nada, pasar el tiempo cómo uno puede.

—¿Y su billete de avión a Argentina qué significa?

—Unas vacaciones.

—¿Quién es el Araña?—preguntó Mark recordando la tarjeta.

—Soy yo.

—¿Y conoce a un tal Jack Nelson?—preguntó Miriam.

            Peter sonrió y tapándose la boca dijo:

—Joder.

—¿Lo conoce?—volvió a repetir.

—Claro, era un gran cliente de Adolf.

—¿De que lo conoce?

—Es un cocainómano de clase alta, me lo encontré cuando fui a ver a Adolf hace tres días. Estaban discutiendo aferradamente y él sabía que teníamos un problema de dinero.

—¿Y qué hizo, cuando los vio a los dos?

—Irme, no quería saber nada de esos dos drogadictos.

—¿Aunque le debiera dinero?

—Claro.

—Puede meterse este palito en la boca por favor—dijo Miriam con la intención de cogerle su ADN.

—Claro.

            Chupó el palito y le devolvió a Miriam y girándose, ordenó a un policía que llevara al laboratorio las muestras, para que identificaran si el ADN del cigarrillo encontrado, en casa de la víctima, coincidía con el detenido o con Jack Nelson. Más tarde dejando al sospechoso en la habitación iban hablando Mark y Miriam del caso. Ella deducía que Jack como Peter podían ser sospechosos  del asesinato de Adolf Blatter. Uno por la razón de engañarlos sobre una reunión que no tuvo lugar y él sabía y, el otro por un ajuste de cuentas de un dinero que le debía. Ya que Miriam, también pensó, que podrían haberlo hecho juntos. Mientras tanto Mark, escuchando las deducciones de Miriam, hizo un vistazo al expediente de Peter y concluyó que el principal sospechoso era él, por el motivo de la deuda de dinero. Pero más tarde, cambió la dirección del caso. En pocas horas, les dieron los resultados del ADN y como pensaba Miriam el ADN del cigarrillo coincidía con el de Jack Nelson. Habían dado en el clavo y ahora sabían que la versión de Peter podría ser posible. En pocos minutos ordenaron la detención de Jack y lo llevaron a la comisaría donde lo estaban esperando.

—Nos volvemos a ver, señor Nelson—dijo Mark.

—Sí, ¿Qué es lo que quieren?

—¿Usted fuma?—preguntó Miriam.

—Sí.

—El cigarrillo encontrado en casa de la víctima coincide con su ADN. Antes nos ha engañado y, sabemos que estuvo con Adolf y sabía que, él había estado en Suiza. Y para redondeándolo mucho más, ¿Usted tenía una reunión en la empresa hace unos días con él?—preguntó Miriam.

—Sí.

—¿Estuvo con Adolf antes de que lo mataran?

—Sí, hace unos días.

—¿Mató usted a Adolf? Porqué tenemos a un testigo que dice que usted lo vio hace tres días discutiendo muy agresivamente. 

—Eso es mentira, el que lo mató fue Peter Drim. Es él que tuvieron una discusión por asuntos de dinero, yo cuando vi el percal me fui de allí.

—Pues éste señor dice que fue usted.

            Se puso a reír y dijo:

—El fue quien mató a Adolf, le debía un dinero. Por esa razón lo mató.

—No se está aprovechando de las circunstancias.

—No, les digo la verdad.

            Sin preguntar nada más salieron de la habitación y Mark le dijo a su compañera:

—Ahora sólo falta saber quien disparó el arma acabando con Adolf. De ese modo sabremos quien de los dos nos engaña.

—Sí, pero vamos a ver a Peter, a ver que nos dice.

            Se dirigieron hasta en la otra sala y entraron.

—Bueno señor Drim, tenemos la confesión de Jack Nelson y nos ha contado que usted tuvo una discusión con Adolf y acabó con su vida.

—Eso es mentira, el que mató a Adolf fue él. Yo sólo me los encontré en su casa y supo que me debía dinero por esa razón lo hizo. De esa manera podía meterme el marrón de la muerte de Adolf.

—Pero ¿Qué estaban discutiendo?

—Cuando llegué vi que hablaban de droga y llegando a las manos, le pegó con una pala en la cabeza, y en ver eso me largué, no quería saber nada de ellos dos.

—¿De quién era la pistola?

—De Jack supongo, yo ya me había largado.

—De acuerdo, prepárese porqué si no encontramos la pistola, le van a caer unos veinte o treinta años. Piense que usted es el principal sospechoso por el móvil del dinero y la denuncia de la víctima que hizo en Suiza.

            Saliendo de  la sala ordenaron registrar la casa de Jack para encontrar la pistola. En pocas horas hallaron el revolver y coincidió con el arma homicida. Descubrieron que Jack había mentido y se lo llevaron a la cárcel de Viena. Donde más tarde le cayeron unos treinta años de cárcel, mientras que Peter, aun habiendo visto el comienzo de la pelea,  se había salvado de una acusación en toda regla, ya que en su contra tenía la denuncia de Adolf en Suiza.

Mientras tanto Miriam y Mark estaban hablando del caso.

—¿Qué le llevó a Jack en acabar con la vida de Adolf?

—Según la investigación, sólo fue por asuntos de drogas y egoísmo.

—¿Y podría ser, que se produjo por el estatus que tenía la víctima en la empresa?

—Posiblemente.

—De verdad que la intención es tan retorcida, que parece sacado de una discusión entre niños, que se pelean por orgullo.

—Estás en lo cierto, lo parece.